Columna de opinión: «MOVILIDAD EN BOGOTÁ: AVANZA, PERO SIN SABER A DÓNDE IR»

MOVILIDAD EN BOGOTÁ: AVANZA, PERO SIN SABER A DÓNDE IR

A pesar de muchas diferencias y de no haber estado de acuerdo con algunas decisiones en materia de infraestructura de la Administración de Claudia López, por razones coyunturales, al manejo de las finanzas y la incoherencia de lo dicho en campaña, debo reconocer que en este periodo ha habido un claro interés por destrabar procesos de movilidad en Bogotá. 

La Primera Línea del Metro, el Cable a San Cristóbal y la Troncal Av. 68 van avanzando, se adjudicó el Sistema de Bicicletas Públicas, ya hay zonas azules de parqueo en vía y a pesar de haberme opuesto de manera contundente, tiene la chequera para sacar adelante Transmilenio por la 7ª y los estudios de la segunda línea del metro para que sea cofinanciada por el Gobierno Nacional.  

La intención es evidente. Su esfuerzo presupuestal lo demuestra: del presupuesto plurianual de inversiones aprobado en 2020, el 33.9% ($37 billones) se destinó para el sector de movilidad, siendo el de mayor presupuesto. Adicionalmente, dentro del cupo de endeudamiento, el 62% fue destinado para obras de movilidad.

Ahora, si bien este reconocimiento no busca aprobar sus decisiones, tengo la enorme preocupación de no ver una política pública de movilidad para Bogotá.

Durante décadas se ha venido aplicando el Desarrollo Orientado al Transporte Sostenible (DOTS), o por lo menos esa ha sido la intención. Desde la ejecución de la Fase I de Transmilenio, el paradigma fue el de desarrollar la ciudad en torno a corredores de un sistema de transporte masivo basado en buses (BRT).

Pues bien, es una realidad que estamos en transición y sospecho que con el inicio de operación de las dos primeras líneas del metro (la primera está planeada para marzo de 2028) el paradigma empezará a cambiar y el ordenamiento de la ciudad deberá darse en función de la red férrea, tal y como funciona en las principales ciudades del mundo con características demográficas similares a Bogotá. 

Es momento para que los demás componentes de transporte público: BRT (componentes troncal y zonal), cables, bicicletas y otros modos de transporte sostenible, sean complementarios a la red estructurante férrea. 

Esta no es una decisión menor y debe ser un hito en la historia del desarrollo urbano de Bogotá. El verdadero renacer de nuestra ciudad transita por la necesidad de modernizar nuestra infraestructura de movilidad y definir un modelo de ocupación en función de la movilidad, el cual sea respetado por las diferentes administraciones sin importar su posición ideológica.

En esto la Alcaldía de Claudia López está fallando. Por el afán de ganarse el reconocimiento político de hacer y hacer y hacer obras civiles (aún en contra de su mandato de fortalecer el empleo de las mujeres), está dejando de lado lo importante: unificar el sector movilidad, darle un norte a las entidades como una sola unidad y trazar el camino para las próximas décadas. 

¿Y el POT? Un POT decretado, impuesto a la fuerza, no logra ese objetivo. Por el contrario, genera oposición y desacuerdo frente a lo que se deba hacer en Bogotá. Que a hoy no sepamos cuáles serán los instrumentos de captura de valor del suelo, es una muestra de la falta de claridad de la política pública de movilidad. Que Transmilenio S.A, Empresa Metro e IDU no se articulen, es una muestra de la falta de visión conjunta. 

Bogotá sigue siendo referente internacional de desarrollo urbano por lo que hizo al final del Siglo XX. Es momento de definir la hoja de ruta por la cual seguirá siendo referente en el Siglo XXI: no sólo modernizando su infraestructura, sino impulsando el cambio de paradigma y definiendo por dónde va a crecer y moverse en el mediano plazo.

 

Martín Rivera Alzate – Concejal de Bogotá

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